
Santa Laura Montoya es la primera santa colombiana y fue canonizada por el papa Francisco el 12 de mayo de 2013.
Laura Montoya y Upegui nació en Jericó (Antioquía, Colombia) el 26 de mayo de 1874. Tuvo una infancia difícil, ya que a los dos años asesinaron a su padre, y les confiscaron todos sus bienes. Sin embargo su madre le enseñó a perdonar y no guardar rencor. Fue viviendo en casas de varios familiares, sin encontrar todo el cariño que necesita una niña. Pero siempre, y enseñada por su madre, vivió una vida de oración que le fue llevando a tener cada vez mayor amor a Dios. Tuvo deseos de entrar en un monasterio carmelita para ir hacia Dios «como bala de cañón». En su autobiografía, Historia de las misericordias de Dios en un alma, escribió su vida, por orden de un director espiritual, y en ella encontramos páginas como las siguientes:
Por estos mismos tiempos se dignó Dios darme lo que nunca había ni sospechado. No se cómo se llamará, pero en cumplimiento de una obediencia dura, sin duda, pero que debe ser. Tan luego como me acostaba con la resolución de dormirme, tenía un conocimiento de las Tres Divinas Personas, de un modo muy íntimo y distinguiéndolas con suma distinción, por decirlo así; de modo que el concepto de sus propiedades y manera de como formarse eternamente, me era claro y muy amoroso. Estas estaban tan íntimamente unidas a mi alma que como que se perdía en ellas. Como esto era muy íntimo, la parte menos íntima de mi ser quedaba libre, de modo que yo sabía que mi cuerpo dormía y distinguía perfectamente lo uno de lo otro. Una de las veces comprendí que desperté y que la unión de las Tres Divinas Personas continuó por algún rato después de despierta; las otras veces se acabó la unión antes que el sueño, pero este era delicioso y como lleno de amor, pero sueño real. Claro que, aunque dormía, no soñaba, como suele suceder ordinariamente.
Cada una de las Personas se unía a mi alma haciéndole sentir un Ser distinto; por ejemplo, el Hijo o Verbo de Dios se le unía a mi alma como palabra, como voz, como conocimiento del Padre y así las otras dos Personas, pero esto era simultáneo. Mi alma quedaba como perdida en aquella luz amorosa o amor luminoso, no lo entiendo bien. El concepto del Padre era como de una paternidad que lo comprendía todo, lo abarcaba como principio de las otras dos Personas.
Montoya, Santa Laura. Historia de las misericordias de Dios en un alma: autobiografía Santa Laura Montoya, Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2017.
A los 14 años entró en la Escuela de Institutoras de Medellín para ser maestra y así poder ganarse la vida. En 1893 logra el título y pasa por diversos colegios enseñando. Sigue creciendo en ella el amor de Dios, y el «Tengo sed» de Cristo en la cruz le llevó a tener un gran deseo de evangelizar, especialmente a los indios. Ese deseo se materializó con la fundación de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena en 1914, año en que empezó con cinco compañeras, entre ellas su madre, la labor de evangelización de los indios katíos en Dabeiba (Antioquía, Colombia). Sufrió incomprensiones, pero siguió adelante y su congregación, que recibió la aprobación diocesana en 1916 fue creciendo.
En 1940 se trasladó a Medellín, donde tras nueve años en silla de ruedas y continuando su misión a través de la palabra y sus escritos, murió el 21 de octubre de 1949. Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 25 de abril de 2004 y canonizada por el papa Francisco el 12 de mayo de 2013. En la homilía de ese día el papa decía de Santa Laura Montoya:
Nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a vencer la indiferencia y el individualismo, que corroe las comunidades cristianas y corroe nuestro propio corazón, y nos enseña a acoger a todos sin prejuicios, sin discriminación, sin reticencia, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y, sobre todo, compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos, que no son nuestras obras o nuestras organizaciones, no. Lo más valioso que tenemos es Cristo y su Evangelio.
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